viernes, 6 de marzo de 2009
¿Cuán necesario es el conocimiento para apreciar el arte?
Es una pregunta que lanzo a todos mis lectores. Me gustaría oir sus opiniones. ¿Puede un ignorante apreciar el arte? ¿Qué lo diferencia del erudito? ¡Anímense!
martes, 16 de diciembre de 2008
La universal capacidad de asombro
Hace unos años entré a una exposición de un artista abstracto mexicano. No conocía su trayectoria, ni el contexto de su obra. Casi ni podía pronunciar su apellido correctamente. Lo que recuerdo es que ante su primer cuadro me quedé estático, mudo. Cinco minutos después sólo pude decir: “Wow”. Hubiera dado cualquier cosa por repetir esa experiencia mil veces. Pero ya que no tenía el dinero para comprar aquellos cuadros, me tuve que conformar con llevarme a casa un pequeño catálogo con las fotos de sus obras.
Cada vez que veo ese catálogo no puedo evitar pensar en la capacidad que tienen algunos artistas por asombrarnos. Puede que a muchos no les guste el arte abstracto, sin embargo, hasta el más escéptico tendría que admitir la enorme cantidad de talento, disciplina y esmero que aquel mexicano ponía en aquellos cuadros. Quizá no le agradarían a todos, pero el impacto de su laboriosidad era una muestra indiscutible de un gran domino técnico.
Y así sucede con todas las artes. Puede que no nos guste la ópera o el teatro. Pero cuando hay talento, no importa quiénes somos o de dónde venimos, la buena obra infunde respeto.
Cuando vemos danzar una gran bailarina de ballet, reconocemos su talento, aunque el ballet nos apeste. Se gana nuestro aplauso.
Hasta la doña más anticuada —con sus discos de Raphael— puede reconocer el talento de las manos de un guitarrista de heavy metal. Aunque “no le guste”, puede reconocer la técnica y quedar asombrada con el virtuosismo.
El talento verdadero es algo que cualquier persona puede reconocer, aunque se sea un “ignorante”. Y este artículo es un intento por reivindicar el papel que jugamos los “ignorantes”. Sí, yo me considero uno de ellos.
Y pongo “ignorante” entrecomillas pues actualmente ese es el adjetivo con el cual las elites sabias del arte contemporáneo etiquetan a todo aquel que no puede apreciar el grandioso arte conceptual, las instalaciones y los performances con sangre de gallina. Es decir, según ellos, se trata de un asunto de educación, de falta de información.
Están equivocados.
La apreciación del arte no depende de la educación o la información que se posee sobre un objeto. Si fuese así no podríamos apreciar el antiguo arte egipcio o las pinturas budistas en los templos tibetanos. Cuando vemos un arte que no pertenece a nuestra cultura, que no tenemos idea de su contexto, que no sabemos su significado, siempre queda algo más allá: su capacidad de conmovernos y asombrarnos a través de sus cualidades estéticas.
Contrario a lo que las elites del arte contemporáneo predican en los museos, galerías y aburridos catálogos, la sensibilidad estética es un don universal, que trasciende los contextos, los conceptos, la información y la educación. La verdadera obra de arte tiene la capacidad de despertar en la persona más “ignorante” o inculta, del país que sea, de la edad que sea, el sentimiento de asombro. Un asombro que tiene como resultado un profundo respeto; un “me quito el sombrero...”
Por eso no hay mayor evidencia de que el anti-arte conceptualoide es una farsa, pues en primer lugar, lejos de inspirar respeto y asombro, infunde sospechas, risas y desprestigio hacia toda la comunidad artística. Si nos presentan mierda como arte; el público está obligado a pensar que el arte es una mierda. En segundo lugar, sabemos que el anti-arte conceptualoide es una farsa pues los únicos capaces de apreciarlo parecen ser los mismos auspiciadores de Culturburgo, los snobs, coleccionistas, banqueros, curadores, curanderos y shamanes de las “bienales” y “dokumentas”. (Además de alguno que otro estudiante de Bellas Artes traumatizado por su falta de talento plástico.) Ellos son los bien “educados”, y sólo a ellos les corresponde el privilegio de comprender lo que al mundo entero parece inalcanzable. Sólo para ellos se construyen enormes museos de “Arte contemporáneo”. Algo que seguro les llena de orgullo.
En sus exposiciones, de paredes blancas como quirófanos, o rayos ultra-colores de puti-club, con cachivaches, tampones usados colgados del techo, o perros muriendo de hambre y sed; escucharemos con frecuencia —entre quesos y buen vino— los “ehhh...me parece muy interesante...”, “ehhh...me parece muy propositivo...”, mas nunca oiremos en sus salas ascépticas la expresión espontánea de la sensiblidad del ignorante quien ante el asombro causado por el talento del verdadero artista, aclara su garganta y emite con soberana honestidad:
“...wow...”
Cada vez que veo ese catálogo no puedo evitar pensar en la capacidad que tienen algunos artistas por asombrarnos. Puede que a muchos no les guste el arte abstracto, sin embargo, hasta el más escéptico tendría que admitir la enorme cantidad de talento, disciplina y esmero que aquel mexicano ponía en aquellos cuadros. Quizá no le agradarían a todos, pero el impacto de su laboriosidad era una muestra indiscutible de un gran domino técnico.
Y así sucede con todas las artes. Puede que no nos guste la ópera o el teatro. Pero cuando hay talento, no importa quiénes somos o de dónde venimos, la buena obra infunde respeto.
Cuando vemos danzar una gran bailarina de ballet, reconocemos su talento, aunque el ballet nos apeste. Se gana nuestro aplauso.
Hasta la doña más anticuada —con sus discos de Raphael— puede reconocer el talento de las manos de un guitarrista de heavy metal. Aunque “no le guste”, puede reconocer la técnica y quedar asombrada con el virtuosismo.
El talento verdadero es algo que cualquier persona puede reconocer, aunque se sea un “ignorante”. Y este artículo es un intento por reivindicar el papel que jugamos los “ignorantes”. Sí, yo me considero uno de ellos.
Y pongo “ignorante” entrecomillas pues actualmente ese es el adjetivo con el cual las elites sabias del arte contemporáneo etiquetan a todo aquel que no puede apreciar el grandioso arte conceptual, las instalaciones y los performances con sangre de gallina. Es decir, según ellos, se trata de un asunto de educación, de falta de información.
Están equivocados.
La apreciación del arte no depende de la educación o la información que se posee sobre un objeto. Si fuese así no podríamos apreciar el antiguo arte egipcio o las pinturas budistas en los templos tibetanos. Cuando vemos un arte que no pertenece a nuestra cultura, que no tenemos idea de su contexto, que no sabemos su significado, siempre queda algo más allá: su capacidad de conmovernos y asombrarnos a través de sus cualidades estéticas.
Contrario a lo que las elites del arte contemporáneo predican en los museos, galerías y aburridos catálogos, la sensibilidad estética es un don universal, que trasciende los contextos, los conceptos, la información y la educación. La verdadera obra de arte tiene la capacidad de despertar en la persona más “ignorante” o inculta, del país que sea, de la edad que sea, el sentimiento de asombro. Un asombro que tiene como resultado un profundo respeto; un “me quito el sombrero...”
Por eso no hay mayor evidencia de que el anti-arte conceptualoide es una farsa, pues en primer lugar, lejos de inspirar respeto y asombro, infunde sospechas, risas y desprestigio hacia toda la comunidad artística. Si nos presentan mierda como arte; el público está obligado a pensar que el arte es una mierda. En segundo lugar, sabemos que el anti-arte conceptualoide es una farsa pues los únicos capaces de apreciarlo parecen ser los mismos auspiciadores de Culturburgo, los snobs, coleccionistas, banqueros, curadores, curanderos y shamanes de las “bienales” y “dokumentas”. (Además de alguno que otro estudiante de Bellas Artes traumatizado por su falta de talento plástico.) Ellos son los bien “educados”, y sólo a ellos les corresponde el privilegio de comprender lo que al mundo entero parece inalcanzable. Sólo para ellos se construyen enormes museos de “Arte contemporáneo”. Algo que seguro les llena de orgullo.
En sus exposiciones, de paredes blancas como quirófanos, o rayos ultra-colores de puti-club, con cachivaches, tampones usados colgados del techo, o perros muriendo de hambre y sed; escucharemos con frecuencia —entre quesos y buen vino— los “ehhh...me parece muy interesante...”, “ehhh...me parece muy propositivo...”, mas nunca oiremos en sus salas ascépticas la expresión espontánea de la sensiblidad del ignorante quien ante el asombro causado por el talento del verdadero artista, aclara su garganta y emite con soberana honestidad:
“...wow...”
lunes, 15 de diciembre de 2008
El cáncer conceptualista en el arte contemporáneo
Durante los últimos sesenta años el sistema oficial del arte nos ha vendido la idea de que cualquier persona puede ser artista, y que cualquier objeto puede ser arte, siempre y cuando los sacerdotes del sistema oficial los bendigan con el nombre de “cultura”. Nos han dicho que para hacer una obra de arte a veces no hace falta dominar ningún lenguaje plástico, pues lo que importa es el concepto. (No importa si el “concepto” es una verdadera mierda de concepto. La cosa es que haya un “concepto”.)
En su libro “Cultura”, Dietrich Schwanitz dice que la cultura es todo aquello que debemos ver como cultura. ¿Quién lo determina? El sistema. El autor tiene razón hasta cierto punto. Las instituciones culturales consagran artistas, promocionan ciertas manifiestaciones, descartan otras. Tienen el poder de elevar, destruir, o simplemente ignorar. En otras palabras, el sistema nos indica lo que es culturalmente “relevante”.
Creemos que la idea que Schwanitz explica en su libro es un mero resultado del conformismo más febril de la sociedad de consumo en que vivimos. El que consume no debe cuestionar la calidad de lo que compra, sencillamente consumirlo. No debe dudar, sino aceptar. No debe protestar, sino someterse.
Pues bien, ya viene siendo hora que los defensores del arte, el talento, la disciplina y la belleza, tanto de la plástica, como del teatro, música, danza, arquitectura y otras manifestaciones artísticas, nos organicemos y plantemos cara a una de las lacras que el sistema del arte contemporáneo lleva atosigándonos en cuanto museo público hay. Me refiero al arte conceptual y a la mayoría de sus gemaciones: instalaciones, video-art, performances y mierdas enlatadas.
Algunos artistas verdaderos abogan por la tolerancia, por el “vive y deja vivir”, sin darse cuenta que las actitudes tibias han sido precisamente las que han permitido que el cáncer conceptualista robe a las verdaderas artes los espacios que merecen, y que los gobiernos estén otorgando becas y subvenciones a artistas espurios con dinero del pueblo, con fines que nada aportan a la sociedad, sino al refuerzo del status quo y a las elites adineradas que el sistema representa.
El arte conceptual es aire, nada; sin embargo quienes lo promueven llenan sus bolsillos con dinero público, pues ningún ciudadano común en su sano juicio gastaría siquiera un dólar por las aberraciones “no-objetuales” del conceptualismo conceptualoide. El arte conceptual, es una planta de invernadero, diseñada e implantada por críticos, curadores, y literatoides sin talento, deshonestos, con el fin de superar sus complejos de inferioridad (a causa de su falta de talento artístico), en cachivaches museísticos y vacas en formol, y osar a decirnos que ELLOS son quienes tienen el derecho y la facultad de definir qué es el arte y qué es la calidad artística.
El conceptualismo, el performance y los cachivaches de feria, jamás han sido una manifestación espontánea o cultural. Es un entramado de la conspiración de los mediocres y ensalzadores del absurdo del siglo XX. Sin el parasitismo y vampirismo de las arcas públicas, el conceptualismo no hubiera pasado jamás de ser una breve moda de excéntricos de los años 60s.
El conceptualismo, como oveja vestida de lobo, enmascaró sus pretensiones totalitarias de buenas intenciones, camuflajó su esencia corrompida juntándose con el verdadero arte, e infiltrándose en los grandes museos. Y como resultado, hoy es difícil encontrar en una “Bienal” internacional la presencia de algún pintor de mínimo talento.
Quienes sabemos lo que cuesta desarrollar un lenguaje plástico, quienes sudamos por dominar el medio y el oficio, no debemos mirar hacia un lado. Debemos protestar, limpiar la mierda que nos venden como arte, desenmascarar a los marchantes, denunciar el fraude, hacernos escuchar.
El arte conceptual es un cáncer de mediocridad infiltrado en las células de nuestra sociedad.
Quien esté tranquilo con su conciencia no tiene nada que temer. Quien esté hasta los huevos u ovarios, entonces que alce su voz con nosotros. Abre un blog, llama a los museos de arte contemporáneo y diles lo malas que son sus “obras”, que jamás volverás a ellos mientras insistan en presentarnos sus mierdas como arte. Pídeles que den espacio a los artistas de talento que saben dibujar, pintar, esculpir, diseñar, grabar. Comunícate con los políticos que te representan y déjales saber que estás harto del fraude que cocinan los “contemporanitos” con dinero público, y exígeles que detengan ese despilfarro en anti-arte de elites. En fin, HAZ ALGO. Que nadie pueda decir que te cruzaste de brazos.
Exprésate. ¡El conceptualismo es un fraude!
Llegó la hora de la quimioterapia.
En su libro “Cultura”, Dietrich Schwanitz dice que la cultura es todo aquello que debemos ver como cultura. ¿Quién lo determina? El sistema. El autor tiene razón hasta cierto punto. Las instituciones culturales consagran artistas, promocionan ciertas manifiestaciones, descartan otras. Tienen el poder de elevar, destruir, o simplemente ignorar. En otras palabras, el sistema nos indica lo que es culturalmente “relevante”.
Creemos que la idea que Schwanitz explica en su libro es un mero resultado del conformismo más febril de la sociedad de consumo en que vivimos. El que consume no debe cuestionar la calidad de lo que compra, sencillamente consumirlo. No debe dudar, sino aceptar. No debe protestar, sino someterse.
Pues bien, ya viene siendo hora que los defensores del arte, el talento, la disciplina y la belleza, tanto de la plástica, como del teatro, música, danza, arquitectura y otras manifestaciones artísticas, nos organicemos y plantemos cara a una de las lacras que el sistema del arte contemporáneo lleva atosigándonos en cuanto museo público hay. Me refiero al arte conceptual y a la mayoría de sus gemaciones: instalaciones, video-art, performances y mierdas enlatadas.
Algunos artistas verdaderos abogan por la tolerancia, por el “vive y deja vivir”, sin darse cuenta que las actitudes tibias han sido precisamente las que han permitido que el cáncer conceptualista robe a las verdaderas artes los espacios que merecen, y que los gobiernos estén otorgando becas y subvenciones a artistas espurios con dinero del pueblo, con fines que nada aportan a la sociedad, sino al refuerzo del status quo y a las elites adineradas que el sistema representa.
El arte conceptual es aire, nada; sin embargo quienes lo promueven llenan sus bolsillos con dinero público, pues ningún ciudadano común en su sano juicio gastaría siquiera un dólar por las aberraciones “no-objetuales” del conceptualismo conceptualoide. El arte conceptual, es una planta de invernadero, diseñada e implantada por críticos, curadores, y literatoides sin talento, deshonestos, con el fin de superar sus complejos de inferioridad (a causa de su falta de talento artístico), en cachivaches museísticos y vacas en formol, y osar a decirnos que ELLOS son quienes tienen el derecho y la facultad de definir qué es el arte y qué es la calidad artística.
El conceptualismo, el performance y los cachivaches de feria, jamás han sido una manifestación espontánea o cultural. Es un entramado de la conspiración de los mediocres y ensalzadores del absurdo del siglo XX. Sin el parasitismo y vampirismo de las arcas públicas, el conceptualismo no hubiera pasado jamás de ser una breve moda de excéntricos de los años 60s.
El conceptualismo, como oveja vestida de lobo, enmascaró sus pretensiones totalitarias de buenas intenciones, camuflajó su esencia corrompida juntándose con el verdadero arte, e infiltrándose en los grandes museos. Y como resultado, hoy es difícil encontrar en una “Bienal” internacional la presencia de algún pintor de mínimo talento.
Quienes sabemos lo que cuesta desarrollar un lenguaje plástico, quienes sudamos por dominar el medio y el oficio, no debemos mirar hacia un lado. Debemos protestar, limpiar la mierda que nos venden como arte, desenmascarar a los marchantes, denunciar el fraude, hacernos escuchar.
El arte conceptual es un cáncer de mediocridad infiltrado en las células de nuestra sociedad.
Quien esté tranquilo con su conciencia no tiene nada que temer. Quien esté hasta los huevos u ovarios, entonces que alce su voz con nosotros. Abre un blog, llama a los museos de arte contemporáneo y diles lo malas que son sus “obras”, que jamás volverás a ellos mientras insistan en presentarnos sus mierdas como arte. Pídeles que den espacio a los artistas de talento que saben dibujar, pintar, esculpir, diseñar, grabar. Comunícate con los políticos que te representan y déjales saber que estás harto del fraude que cocinan los “contemporanitos” con dinero público, y exígeles que detengan ese despilfarro en anti-arte de elites. En fin, HAZ ALGO. Que nadie pueda decir que te cruzaste de brazos.
Exprésate. ¡El conceptualismo es un fraude!
Llegó la hora de la quimioterapia.
domingo, 31 de agosto de 2008
¿Es el artista un lisiado intelectual?
Durante siglos se ha puesto en tela de juicio la capacidad que tienen los artistas para analizar objetivamente sus producciones. Los poetas de la antigua Grecia, los pintores del Renacimiento y lo músicos del Romanticismo, recibieron un trato similar. Se trataba de fenómenos irracionales, de mentes arrobadas por musas o el “espíritu de los tiempos”; incluso un tipo de posesión demoníaca que permitía las más grandes obras, sin embargo definía a quienes las habían realizado como lisiados intelectuales, incapaces de reflexionar sobre su trabajo. El genio artístico: un ser medio cuerdo, medio loco. En última instancia, alguien a quien no tomarse muy en serio en una conversación.
Cuando queremos saber en qué consiste la astrofísica, nadie mejor que un astrofísico para que nos lo explique. Si queremos saber de qué trata una cirugía de corazón abierto, ¿a quién preguntamos si no a un cirujano cardiólogo? Si queremos saber qué es la arquitectura, ¿acaso no deberíamos preguntarle a un arquitecto? Sería absurdo preguntarle a un zapatero qué es la farmacología, así como preguntarle a un farmacólogo qué es un zapato. En fin, que asumimos que las personas mejor capacitadas para definir y explicar una actividad, son precisamente aquellas que la llevan a cabo. Sin embargo, esto no ocurre con las artes visuales. Cuando alguien quiere saber qué es la pintura, o qué significa un cuadro, se vira el cuello hacia los críticos, estetas y teóricos del arte. El pintor, el artista, el que ha parido esa obra y quien mejor la conoce, queda olvidado en una esquina. Mudo. Ni siquiera se le considera capaz de escribir en los catálogos de sus propias exposiciones.
La idea de que el pintor necesita de otros especialistas para que expliquen el valor de su trabajo, se fundamenta en el mito de que el arte es una experiencia irracional. Muchos artistas gustan de que esto sea así, pues de este modo se ahorran el trabajo que implica dar la cara sobre sus producciones. Prefieren que sea el crítico o el literato quien hable sobre éstas. La verdad es que la crítica y la teoría del arte a veces enriquecen nuestra apreciación sobre los objetos culturales. Pero el error consiste en asumir que los artistas no somos capaces de llevar a cabo reflexiones similares o investigaciones teóricas sobre nuestro propio trabajo. Existen elementos dentro de las actividades artísticas, que sólo pueden ser comprendidas desde la praxis. Un teórico del arte que jamás haya tocado un pincel, jamás podrá comprender y explicar la pintura en el mismo plano que un pintor bien capacitado para comunicar esas realidades.
En el sistema norteamericano una de las pruebas más grandes del menosprecio y discriminación contra los artistas se encuentra en el hecho de que muy pocas universidades ofrecen un grado de Doctor en Bellas Artes. Existen doctorados para música, literatura, poesía, drama. Sin embargo, hay que escarbar para encontrar programas doctorales en pintura, escultura, grabado, etc.
¿Por qué?
¿Acaso los artistas no están preparados para llevar a cabo una investigación del nivel doctoral? ¿Quién pone en entredicho nuestra capacidad? ¿Por qué conformarnos con que una Maestría sea el grado académico máximo al que aspirar? ¿Por qué no exigimos que nuestras universidades consideren las bellas artes en el mismo nivel que el resto de profesiones?
Afortunadamente en Europa y Australia hace años que se ofrecen programas doctorales en bellas artes. En EEUU, debido a la saturación de artistas con Maestría, las universidades comienzan a verse obligadas a subir sus estándares y a basar la selección de profesores tomando el doctorado como el máximo grado académico.
La implementación del doctorado en bellas artes es un derecho y una necesidad que aunque en primera instancia desestabiliza el status quo, obligando a muchos profesores a volver a estudiar, sólo puede resultar en el beneficio de los estudiantes. Ser doctor en bellas artes es una manera de exigir equidad y trato igual, de demitificar la noción del artista genio incapaz de teorizar, y de retomar el rol de valorar y definir nuestro trabajo como se esperaría de cualquier profesional de otras ramas.
Cuando queremos saber en qué consiste la astrofísica, nadie mejor que un astrofísico para que nos lo explique. Si queremos saber de qué trata una cirugía de corazón abierto, ¿a quién preguntamos si no a un cirujano cardiólogo? Si queremos saber qué es la arquitectura, ¿acaso no deberíamos preguntarle a un arquitecto? Sería absurdo preguntarle a un zapatero qué es la farmacología, así como preguntarle a un farmacólogo qué es un zapato. En fin, que asumimos que las personas mejor capacitadas para definir y explicar una actividad, son precisamente aquellas que la llevan a cabo. Sin embargo, esto no ocurre con las artes visuales. Cuando alguien quiere saber qué es la pintura, o qué significa un cuadro, se vira el cuello hacia los críticos, estetas y teóricos del arte. El pintor, el artista, el que ha parido esa obra y quien mejor la conoce, queda olvidado en una esquina. Mudo. Ni siquiera se le considera capaz de escribir en los catálogos de sus propias exposiciones.
La idea de que el pintor necesita de otros especialistas para que expliquen el valor de su trabajo, se fundamenta en el mito de que el arte es una experiencia irracional. Muchos artistas gustan de que esto sea así, pues de este modo se ahorran el trabajo que implica dar la cara sobre sus producciones. Prefieren que sea el crítico o el literato quien hable sobre éstas. La verdad es que la crítica y la teoría del arte a veces enriquecen nuestra apreciación sobre los objetos culturales. Pero el error consiste en asumir que los artistas no somos capaces de llevar a cabo reflexiones similares o investigaciones teóricas sobre nuestro propio trabajo. Existen elementos dentro de las actividades artísticas, que sólo pueden ser comprendidas desde la praxis. Un teórico del arte que jamás haya tocado un pincel, jamás podrá comprender y explicar la pintura en el mismo plano que un pintor bien capacitado para comunicar esas realidades.
En el sistema norteamericano una de las pruebas más grandes del menosprecio y discriminación contra los artistas se encuentra en el hecho de que muy pocas universidades ofrecen un grado de Doctor en Bellas Artes. Existen doctorados para música, literatura, poesía, drama. Sin embargo, hay que escarbar para encontrar programas doctorales en pintura, escultura, grabado, etc.
¿Por qué?
¿Acaso los artistas no están preparados para llevar a cabo una investigación del nivel doctoral? ¿Quién pone en entredicho nuestra capacidad? ¿Por qué conformarnos con que una Maestría sea el grado académico máximo al que aspirar? ¿Por qué no exigimos que nuestras universidades consideren las bellas artes en el mismo nivel que el resto de profesiones?
Afortunadamente en Europa y Australia hace años que se ofrecen programas doctorales en bellas artes. En EEUU, debido a la saturación de artistas con Maestría, las universidades comienzan a verse obligadas a subir sus estándares y a basar la selección de profesores tomando el doctorado como el máximo grado académico.
La implementación del doctorado en bellas artes es un derecho y una necesidad que aunque en primera instancia desestabiliza el status quo, obligando a muchos profesores a volver a estudiar, sólo puede resultar en el beneficio de los estudiantes. Ser doctor en bellas artes es una manera de exigir equidad y trato igual, de demitificar la noción del artista genio incapaz de teorizar, y de retomar el rol de valorar y definir nuestro trabajo como se esperaría de cualquier profesional de otras ramas.
martes, 25 de diciembre de 2007
¿Qué necesitamos los artistas para ser artistas?
Muchas veces he pensado por qué escogí un oficio tan difícil. Elegir ser artista plástico es, en términos prácticos, un suicidio profesional. Si es casi imposible poder vivir del arte, entonces, ¿por qué querer dedicarse a él?
El amor al arte
Al artista no sólo le gusta el arte. El artista se siente enamorado del él. El pintor ama la pintura. La necesita así como cualquier persona corriente necesita el aire, su tasita de café mañanero, el periódico en su sofá, o ver el futbol los domingos. El arte es su necesidad. Pero más allá, también es, quizá, su razón para vivir.
En mi opinión los verdaderos artistas (y digo "verdaderos" pues hoy día abundan los espurios), tienen presente cuatro cualidades esenciales:
1) Talento - Es decir, lo que les viene de fábrica; lo genético. El talento está o no está. Si no está no hay nada que hacer. Sin embargo, sí está, siempre se puede desarrollar. Si se fomentan prácticas artísticas en los niños, éstos pueden mostrar si tienen aptitudes o no.
2) Técnica - El oficio bien aprendido. Sin técnica el talento se ve limitado. Hace falta estudiar mucho la pintura del pasado, los grandes maestros de todas las épocas. Todos ellos tienen mucho que enseñarnos. El que cree saberlo todo, que su genio es tan absoluto, entonces dejémoslo en el Sinaí de su ego. La verdad es que mientras más técnica y oficio hay, mayor capacidad de expresión tiene una artista. (Por eso hoy día escacean los artistas verdaderos. No se les enseña el arte como un oficio, sino como una actividad equivalente a un fenómeno "inexplicable". Por eso se necesita de los críticos, quienes fungen de supuestos traductores de los actos que realiza el oráculo en trance.) Me gusta la definición de Tolstoi: "Artista es aquel que puede pintarlo TODO." Me pregunto, ¿cuántos artistas contemporáneos podrían "pintarlo todo"?
3) Sensibilidad - Este elemento viene tanto de fábrica como del aprendizaje. El artista sensible tiene la capacidad de sentir el color y la forma de un modo que el ser corriente no tiene. El mayor reto del artista es conseguir comprender el lenguaje que "hablan" el color y la forma, y adaptarlo a sus necesidades expresivas. Para apreciar el arte, no hacen falta las palabras (por eso lo críticos sobran). El arte se siente o no se siente, como la música. Gusta o no gusta. Llega o no llega. Y ya está. Primero el ojo; el corazón después. El artista puede desarrollar su sensibilidad con los años, y también ayudar al público (dispuesto) a sensibilizarse. Ahí reside la belleza de su trabajo. Una cosa es cierta: el ojo se sensibiliza mirando, no leyendo ni hablando. El verdadero arte habla en el silencio. La abundancia de palabras, teorías y literatura es mal síntoma.
4) Vocación - Un maestro mío decía "Son muchos los llamados, pero poco los elegidos." Que nos guste el arte no es suficiente para ser artistas. La vocación no debe confundirse con las aspiraciones profesionales. No es lo mismo vivir del arte (profesión), que vivir para el arte (vocación). La vocación tiene algo de ser esclavo del arte, así como todos los seres lo son de su trabajo. (Vagos y cuponeros de 5ta generación excluídos, claro está.) El artista sabe que no hay opción fuera del arte. Es un imperativo que se lleva en el alma. Muchos talentos se quedan a medio camino, pues les falta este elemento, o porque sus padres les impiden realizarse, etc. La vocación verdadera aflora tarde o temprano.
Estas son las cualidades que entiendo son indispensables en todos los artistas. Quizá hallan más. No sé. Espero sus opiniones.
JLG
El amor al arte
Al artista no sólo le gusta el arte. El artista se siente enamorado del él. El pintor ama la pintura. La necesita así como cualquier persona corriente necesita el aire, su tasita de café mañanero, el periódico en su sofá, o ver el futbol los domingos. El arte es su necesidad. Pero más allá, también es, quizá, su razón para vivir.
En mi opinión los verdaderos artistas (y digo "verdaderos" pues hoy día abundan los espurios), tienen presente cuatro cualidades esenciales:
1) Talento - Es decir, lo que les viene de fábrica; lo genético. El talento está o no está. Si no está no hay nada que hacer. Sin embargo, sí está, siempre se puede desarrollar. Si se fomentan prácticas artísticas en los niños, éstos pueden mostrar si tienen aptitudes o no.
2) Técnica - El oficio bien aprendido. Sin técnica el talento se ve limitado. Hace falta estudiar mucho la pintura del pasado, los grandes maestros de todas las épocas. Todos ellos tienen mucho que enseñarnos. El que cree saberlo todo, que su genio es tan absoluto, entonces dejémoslo en el Sinaí de su ego. La verdad es que mientras más técnica y oficio hay, mayor capacidad de expresión tiene una artista. (Por eso hoy día escacean los artistas verdaderos. No se les enseña el arte como un oficio, sino como una actividad equivalente a un fenómeno "inexplicable". Por eso se necesita de los críticos, quienes fungen de supuestos traductores de los actos que realiza el oráculo en trance.) Me gusta la definición de Tolstoi: "Artista es aquel que puede pintarlo TODO." Me pregunto, ¿cuántos artistas contemporáneos podrían "pintarlo todo"?
3) Sensibilidad - Este elemento viene tanto de fábrica como del aprendizaje. El artista sensible tiene la capacidad de sentir el color y la forma de un modo que el ser corriente no tiene. El mayor reto del artista es conseguir comprender el lenguaje que "hablan" el color y la forma, y adaptarlo a sus necesidades expresivas. Para apreciar el arte, no hacen falta las palabras (por eso lo críticos sobran). El arte se siente o no se siente, como la música. Gusta o no gusta. Llega o no llega. Y ya está. Primero el ojo; el corazón después. El artista puede desarrollar su sensibilidad con los años, y también ayudar al público (dispuesto) a sensibilizarse. Ahí reside la belleza de su trabajo. Una cosa es cierta: el ojo se sensibiliza mirando, no leyendo ni hablando. El verdadero arte habla en el silencio. La abundancia de palabras, teorías y literatura es mal síntoma.
4) Vocación - Un maestro mío decía "Son muchos los llamados, pero poco los elegidos." Que nos guste el arte no es suficiente para ser artistas. La vocación no debe confundirse con las aspiraciones profesionales. No es lo mismo vivir del arte (profesión), que vivir para el arte (vocación). La vocación tiene algo de ser esclavo del arte, así como todos los seres lo son de su trabajo. (Vagos y cuponeros de 5ta generación excluídos, claro está.) El artista sabe que no hay opción fuera del arte. Es un imperativo que se lleva en el alma. Muchos talentos se quedan a medio camino, pues les falta este elemento, o porque sus padres les impiden realizarse, etc. La vocación verdadera aflora tarde o temprano.
Estas son las cualidades que entiendo son indispensables en todos los artistas. Quizá hallan más. No sé. Espero sus opiniones.
JLG
Vuelta a la figuración
lunes, 27 de agosto de 2007
Cruce de elementos – (canción)
Hay veces en que una disciplina artística no te es suficiente para expresarte. Entonces echas mano de otra. Desde chiquito la música me ha encantado. Me hubiera gustado tener dos cuerpos: uno para la pintura y otro para la música. Pero todo no se puede. Así que en la música me quedé a mitad de camino; una frustración con la que tendré que vivir para siempre.
Hace unos 5 o 6 años, mientras vivía en la Ciudad de México, tuve un periodo de “enclaustramiento” de casi seis meses en mi habitación, sin ganas de salir ni pintar nada. Y fue entonces cuando me llegó una musa, y me puse a componer con mi guitarra. De ahí salieron unas 7 u 8 canciones, de las que sólo tuve oportunidad de grabar esta.
Cruce de elementos es una canción sencilla. La letra es un tanto abstracta, y me gusta que cada quien la decifre a su manera. En mi mente quedaron las partes para los instrumentos con los que no contaba. Incluso había una sección que llevaba una trompeta. Grabé una pista de bajo eléctrico pero como no tenía un buen equipo de mixeo, distorsionaba mucho el resto de las pistas; así que la descarté. Total, que la grabación casera quedó con dos pistas de guitarra, una extra de guitarra haciendo las partes simplificadas del bajo, tres de voz, y un poco de filtro “flange” al final para darle atmósfera al “outro” (esta parte originalmente era la introducción, y lo cambié para el cierre en último momento). El equipo, el micrófono, la guitarra eran marca Fisher Price, por eso suena todo a eco de baño. El lugar no era un estudio de grabación, sino mi cuarto, con la cama, la ropa, potes de pintura y demás porquerías. Además tenía vecinos jodones, y por eso a veces la voz se oye medio contenida o ahogada, como si no quisiera que sonara alto.
Ojalá algún día alguien con buena voz, un buen arreglo y unos buenos músicos pudieran hacerle justicia a la canción. Por mientras, aquí pongo este “demo”, si así puede llamarse, de mis Bedroom Sessions mexicanos. Espero que lo disfruten, y perdonen los desafines.
Cruce de elementos.mp3 - DESCARGA AQUÍ
Letra y música por J.L. Giles Rivera, copyrights © 2001.
El viento gira
Sopla ya una verdad
La lluvia me anima
A salir e irte a buscar
Si no fuera que te has ido de aquí
Qué tendría que me impulsara a seguir
La tierra me enfrenta
Sin mostrar el camino que andar
Tu fuego la incendia
Marcando como llegar
Si no fuera que te has ido de aquí
Qué tendría que me impulsara a seguir
Cruce de elementos
Te pintan y no sabes
Recuerdo del tormento
Que corta como rojo sable
Como agua que limpia
Tus lagrimas me bañaran
Aunque te arrepientas
Brotaran como manantial
Si no fuera que te has ido de aquí
Qué tendría que me impulsara a seguir
Cruce de elementos
Te pintan y no sabes
Recuerdo del tormento
Que corta como rojo sable
Te indican el momento
Conceden lo que quieras
Desnudo me presento
En fuego, aire, agua y tierra
Hace unos 5 o 6 años, mientras vivía en la Ciudad de México, tuve un periodo de “enclaustramiento” de casi seis meses en mi habitación, sin ganas de salir ni pintar nada. Y fue entonces cuando me llegó una musa, y me puse a componer con mi guitarra. De ahí salieron unas 7 u 8 canciones, de las que sólo tuve oportunidad de grabar esta.
Cruce de elementos es una canción sencilla. La letra es un tanto abstracta, y me gusta que cada quien la decifre a su manera. En mi mente quedaron las partes para los instrumentos con los que no contaba. Incluso había una sección que llevaba una trompeta. Grabé una pista de bajo eléctrico pero como no tenía un buen equipo de mixeo, distorsionaba mucho el resto de las pistas; así que la descarté. Total, que la grabación casera quedó con dos pistas de guitarra, una extra de guitarra haciendo las partes simplificadas del bajo, tres de voz, y un poco de filtro “flange” al final para darle atmósfera al “outro” (esta parte originalmente era la introducción, y lo cambié para el cierre en último momento). El equipo, el micrófono, la guitarra eran marca Fisher Price, por eso suena todo a eco de baño. El lugar no era un estudio de grabación, sino mi cuarto, con la cama, la ropa, potes de pintura y demás porquerías. Además tenía vecinos jodones, y por eso a veces la voz se oye medio contenida o ahogada, como si no quisiera que sonara alto.
Ojalá algún día alguien con buena voz, un buen arreglo y unos buenos músicos pudieran hacerle justicia a la canción. Por mientras, aquí pongo este “demo”, si así puede llamarse, de mis Bedroom Sessions mexicanos. Espero que lo disfruten, y perdonen los desafines.
Cruce de elementos.mp3 - DESCARGA AQUÍ
Letra y música por J.L. Giles Rivera, copyrights © 2001.
El viento gira
Sopla ya una verdad
La lluvia me anima
A salir e irte a buscar
Si no fuera que te has ido de aquí
Qué tendría que me impulsara a seguir
La tierra me enfrenta
Sin mostrar el camino que andar
Tu fuego la incendia
Marcando como llegar
Si no fuera que te has ido de aquí
Qué tendría que me impulsara a seguir
Cruce de elementos
Te pintan y no sabes
Recuerdo del tormento
Que corta como rojo sable
Como agua que limpia
Tus lagrimas me bañaran
Aunque te arrepientas
Brotaran como manantial
Si no fuera que te has ido de aquí
Qué tendría que me impulsara a seguir
Cruce de elementos
Te pintan y no sabes
Recuerdo del tormento
Que corta como rojo sable
Te indican el momento
Conceden lo que quieras
Desnudo me presento
En fuego, aire, agua y tierra
martes, 21 de agosto de 2007
¿Qué es la trascendencia en el arte?
Una de las características más importantes que distinguen al ser humano entre los animales, es su conciencia; la capacidad de pensarse a sí mismo como sujeto pensante. Una de las manifestaciones de la conciencia es la búsqueda de significado. El ser humano quiere definirse, encontrar un propósito para su vida, establecer valores, prioridades, explicarse dentro del contexto social que lo rodea, hallar su lugar, saber quién es. El significado puede encontrarse en las actividades mentales del individuo, su pensamiento, ideología, sus creencias, etc. Pero para algunas personas esto no basta; el significado debe hallarse en el plano de las acciones: El ser humano es lo que hace. Una manera en la que el ser humano se define es en base al rol que juega frente a las oposiciones y condicionamientos que le llegan del exterior y el interior. La naturaleza impone unos límites espacio-temporales a todo ser vivo. Tenemos un tiempo determinado de vida, un cuerpo limitado a un lugar preciso, y una conciencia circunscrita. En la búsqueda por transgredir esas limitaciones es donde se encuentra el significado para la palabra trascendencia.
Cuando insertamos el término trascendencia dentro del contexto del arte, nos referimos a las actividades artísticas por las cuales el ser humano busca vencer las limitaciones que imponen el espacio, tiempo y su propia condición humana. Mediante el arte, el ser humano intenta ir más allá de la muerte. Las obras de arte aspiran a la eternidad. El arte también, de cierta manera, permite al ser humano existir en muchos lugares al mismo tiempo. Las obras de arte son extensiones de su creador. Así mismo el arte permite comunicar al exterior ideas y sentimientos que por naturaleza son internos y contenidos. El arte rompe el cerco del sujeto, y nos permite entrar en contacto con otras conciencias. El arte abre al individuo, lo rescata de la soledad. No importa dónde nos encontramos, o si estamos solos, en la apreciación del arte siempre existen dos o más.
El significado que el ser humano halla para sí mismo parte del hecho de que somos limitados. Pero eso no impide que miremos a horizontes y aspiremos a ellos. El significado no sólo se halla en lo que somos, sino en lo que hacemos para ser. La labor del arte es propiciar un vehículo de trascendencia para aquellos que, aun reconociendo su limitada condición humana, se resisten a permanecer estáticos. El arte es la mayor aspiración a vencer la tragedia que supone la vida, utilizando los medios que la vida misma nos ha dado; llegar a ser más allá del tiempo y el espacio.
JLG
Cuando insertamos el término trascendencia dentro del contexto del arte, nos referimos a las actividades artísticas por las cuales el ser humano busca vencer las limitaciones que imponen el espacio, tiempo y su propia condición humana. Mediante el arte, el ser humano intenta ir más allá de la muerte. Las obras de arte aspiran a la eternidad. El arte también, de cierta manera, permite al ser humano existir en muchos lugares al mismo tiempo. Las obras de arte son extensiones de su creador. Así mismo el arte permite comunicar al exterior ideas y sentimientos que por naturaleza son internos y contenidos. El arte rompe el cerco del sujeto, y nos permite entrar en contacto con otras conciencias. El arte abre al individuo, lo rescata de la soledad. No importa dónde nos encontramos, o si estamos solos, en la apreciación del arte siempre existen dos o más.
El significado que el ser humano halla para sí mismo parte del hecho de que somos limitados. Pero eso no impide que miremos a horizontes y aspiremos a ellos. El significado no sólo se halla en lo que somos, sino en lo que hacemos para ser. La labor del arte es propiciar un vehículo de trascendencia para aquellos que, aun reconociendo su limitada condición humana, se resisten a permanecer estáticos. El arte es la mayor aspiración a vencer la tragedia que supone la vida, utilizando los medios que la vida misma nos ha dado; llegar a ser más allá del tiempo y el espacio.
JLG
jueves, 2 de agosto de 2007
¿Qué sentido tiene la abstracción? (parte 3): La capacidad de síntesis
En el post anterior hablé de la transición en el arte infantil, donde el niño pasa del dibujo esquemático a un dibujo realista. Cuando el niño tiene unos 10 u 11 años, quiere que sus dibujos parezcan naturales. La lógica le dice que mientras más detalles copie más realista será su dibujo. Pero esto no siempre es así.
Cuando mencioné el caso del dibujo del pelo, lo hice para explicar que en algunos casos, el hecho de copiar detalles no necesariamente produce un dibujo más natural. La tendencia del niño de esta edad, será a querer dibujar el pelo uno por uno. Pero los resultados no siempre son los que espera. El pelo dibujado así, suele verse tieso, como alambre. Y ese problema surge porque el niño quiere dibujar lo que SABE, en vez de lo que ve.
La realidad es que pocas veces vemos el pelo de la gente hebra por hebra. Para eso hace falta una mirada bien de cerca (zoom in). Cuando caminamos por la calle, nos fijamos en el color, el volumen, el recorte, si el pelo es liso o rizado. Pero no vemos los pelos uno por uno. Más bien, la mirada cotidiana lo que nos muestra es una masa, donde interactuán luces y sombras. Dibujar el cabello pelo por pelo, es como querer dibujar el mar gota a gota.
El niño que desea dibujar de manera naturalista debe cambiar su mirada. Olvidarse de prejuicios que le brinda su conocimiento. En el caso del cabello, por ejemplo, el niño debe olvidar que el cabello se compone de pelos separados. Debe mirar el cabello como si fuera algo que ve por primera vez. Lo que ve son luces, sombras, colores, texturas.
Para poder dibujar del natural, hace falta prestar atención a los detalles. Pero el paso posterior más importante es lograr producir una síntesis de esos detalles. Un buen dibujante puede dar la ilusión de que ha pintado un cabello muy realista, con unos pocos trazos. Esa síntesis no es otra cosa que una capacidad de abstracción. Se abstrae la esencia del fenómeno visual que se traduce a un equivalente plástico, digamos una pincelada o un trazo de lápiz.
Foto: La síntesis es una capacidad de abstracción característica de todos los grandes maestros de la pintura. Observen cómo en ésta, Whitaker construye el pelo partiendo de una mancha. Los detalles del pelo son mínimos. No vemos el cabello pelo por pelo, sin embargo los trazos crean la ilusión correcta. A veces "menos es más". El reto es que el dibujante preadolescente pueda darse cuenta de este hecho. Para eso debe descartar la idea de que "más es mejor".
Popularmente existe un gran desconocimiento sobre qué significa la abstracción en términos artísticos. La gente piensa que abstraer es sinónimo de pintar manchas y garabatos. Hay una diferencia entre abstracción (que es la capacidad sintética de la que hablamos) y abstracción pictórica (un tipo de pintura que no se basa en representar la naturaleza tal cual aparece ante los ojos). A eso debemos añadir que todas las pinturas realistas contienen en mayor o menor grado una dosis de abstracción. El artista no puede clonar la realidad, sólo copiarla. El proceso de copiar no deja más remedio que sintetizar, abstraer. Lo mismo le ocurre a una cámara de fotografiar. Incluso a nuestros ojos. No todas las miradas son iguales. La mirada puede ser inconciente o puro reflejo, pero también puede ser un acto de voluntad. Y como tal, es un acto dirigido. A diferencia de otros sentidos, en la visión podemos escoger mejor lo que nos interesa. La visión es quizá el sentido más selectivo de todos. Esta característica es quizá lo que lo hace un sentido capaz de transformarse mediante la educación; lo que llamamos educación y cultura visual.
Así como el niño pequeño abstrae en su mente cuáles son los rasgos más característicos de un árbol, para representarlo. En el arte realista, el niño también debe abstraer la esencia de lo que mira. La diferencia es que el primer caso es una representación simbólica, y el segundo una naturalista. La primera apela más a nuestro intelecto (a procesos relacionados al hemisferio izquierdo, lenguaje, etc.), y la segunda más al lado perceptivo, a nuestra experiencia como fenómeno visual exterior (al hemisferio derecho).
Debemos entonces comprender que la abstracción siempre está presente en todo el arte, pues la síntesis es inherente en toda actividad plástica. La síntesis-abstracción puede tener diversos fines: producir un arte simbólico, también uno realista. Entonces, ¿qué papel juega la abstracción en eso que llamamos "pintura abstracta"?
(continúa)
Cuando mencioné el caso del dibujo del pelo, lo hice para explicar que en algunos casos, el hecho de copiar detalles no necesariamente produce un dibujo más natural. La tendencia del niño de esta edad, será a querer dibujar el pelo uno por uno. Pero los resultados no siempre son los que espera. El pelo dibujado así, suele verse tieso, como alambre. Y ese problema surge porque el niño quiere dibujar lo que SABE, en vez de lo que ve.
La realidad es que pocas veces vemos el pelo de la gente hebra por hebra. Para eso hace falta una mirada bien de cerca (zoom in). Cuando caminamos por la calle, nos fijamos en el color, el volumen, el recorte, si el pelo es liso o rizado. Pero no vemos los pelos uno por uno. Más bien, la mirada cotidiana lo que nos muestra es una masa, donde interactuán luces y sombras. Dibujar el cabello pelo por pelo, es como querer dibujar el mar gota a gota.
El niño que desea dibujar de manera naturalista debe cambiar su mirada. Olvidarse de prejuicios que le brinda su conocimiento. En el caso del cabello, por ejemplo, el niño debe olvidar que el cabello se compone de pelos separados. Debe mirar el cabello como si fuera algo que ve por primera vez. Lo que ve son luces, sombras, colores, texturas.
Para poder dibujar del natural, hace falta prestar atención a los detalles. Pero el paso posterior más importante es lograr producir una síntesis de esos detalles. Un buen dibujante puede dar la ilusión de que ha pintado un cabello muy realista, con unos pocos trazos. Esa síntesis no es otra cosa que una capacidad de abstracción. Se abstrae la esencia del fenómeno visual que se traduce a un equivalente plástico, digamos una pincelada o un trazo de lápiz.
Foto: La síntesis es una capacidad de abstracción característica de todos los grandes maestros de la pintura. Observen cómo en ésta, Whitaker construye el pelo partiendo de una mancha. Los detalles del pelo son mínimos. No vemos el cabello pelo por pelo, sin embargo los trazos crean la ilusión correcta. A veces "menos es más". El reto es que el dibujante preadolescente pueda darse cuenta de este hecho. Para eso debe descartar la idea de que "más es mejor".
Popularmente existe un gran desconocimiento sobre qué significa la abstracción en términos artísticos. La gente piensa que abstraer es sinónimo de pintar manchas y garabatos. Hay una diferencia entre abstracción (que es la capacidad sintética de la que hablamos) y abstracción pictórica (un tipo de pintura que no se basa en representar la naturaleza tal cual aparece ante los ojos). A eso debemos añadir que todas las pinturas realistas contienen en mayor o menor grado una dosis de abstracción. El artista no puede clonar la realidad, sólo copiarla. El proceso de copiar no deja más remedio que sintetizar, abstraer. Lo mismo le ocurre a una cámara de fotografiar. Incluso a nuestros ojos. No todas las miradas son iguales. La mirada puede ser inconciente o puro reflejo, pero también puede ser un acto de voluntad. Y como tal, es un acto dirigido. A diferencia de otros sentidos, en la visión podemos escoger mejor lo que nos interesa. La visión es quizá el sentido más selectivo de todos. Esta característica es quizá lo que lo hace un sentido capaz de transformarse mediante la educación; lo que llamamos educación y cultura visual.
Así como el niño pequeño abstrae en su mente cuáles son los rasgos más característicos de un árbol, para representarlo. En el arte realista, el niño también debe abstraer la esencia de lo que mira. La diferencia es que el primer caso es una representación simbólica, y el segundo una naturalista. La primera apela más a nuestro intelecto (a procesos relacionados al hemisferio izquierdo, lenguaje, etc.), y la segunda más al lado perceptivo, a nuestra experiencia como fenómeno visual exterior (al hemisferio derecho).
Debemos entonces comprender que la abstracción siempre está presente en todo el arte, pues la síntesis es inherente en toda actividad plástica. La síntesis-abstracción puede tener diversos fines: producir un arte simbólico, también uno realista. Entonces, ¿qué papel juega la abstracción en eso que llamamos "pintura abstracta"?
(continúa)
martes, 31 de julio de 2007
¿Qué sentido tiene la abstracción? (parte 2): El dibujo de los preadolescentes
En el post anterior vimos cómo existen diferentes etapas en el arte infantil. Esto no significa que el arte de un niño de 11 años sea mejor que el de uno de 7. Debemos quitarnos estos prejuicios de nuestra mente. Cada etapa responde a necesidades distintas, y a diferentes tipos de mirada.
Cuando un niño pequeño va a dibujar, lo hace de una manera simbólica. Si quiere dibujar el sol, no se pregunta cómo es el sol en la realidad, sino que busca el grafismo, glifo, o signo que mejor represente al sol. Lo mismo ocurre con las nubes, los animales, las personas. Al niño pequeño no le interesa (ni siquiera está conciente) que sus dibujos sean copias realistas de los objetos. Lo que le interesa es que sus dibujos representen adecuadamente los objetos en los que piensa. Que pueda luego decir "Esto es X; esto es Y" Así pues podríamos decir que el arte infantil no muestra tanto cómo son las cosas, sino cómo los niños piensan sobre las cosas. Pero esta fase eventualmente da lugar a una etapa dónde el niño comienza a prestar atención a cómo son las cosas en realidad, y es entonces cuando el arte simbólico comienza a tornarse realista.
El arte de los preadolescentes se distingue por el interés de mostrar las cosas tal cómo son. Pero para llegar a lograrlo, el niño primero tiene que educar su mirada. Durante años a estado dibujando las cosas de memoria, como creían que eran. Ahora es momento de realmente prestar atención, y observar la realidad. Pronto el niño descubre que no existen símbolos que puedan representar a todas las narices, por ejemplo. Cada nariz es distinta. Asi que si queremos dibujar a alguien, no podemos inventarnos una nariz genérica, como hacen los niños pequeños. Ahora hace falta la observación detallada.
Asi pues, el arte comienza a evolucionar. Surgen detalles que antes no se dibujaban. Las partes de la cara son más precisas, más proporcionadas. El ojo va educándose, y el sistema simbólico comienza a ser sustituído por el naturalista. Uno de los principales problemas que enfrentan los preadolescentes al dibujar, es que sólo prestan atención a aquello que piensan es más importante. Por ejemplo, en la cara, las zonas "más importantes" serían los ojos, nariz, boca, orejas. Así obtenemos dibujos una serie de dibujos que expresan precisión en esas zonas, pero que no alcanzan el nivel naturalista deseado. Es en este momento donde el niño debe abandonar los prejuicios de su etapa simbólica (hemisferio izquierdo), y darse cuenta que cuando, por ejemplo, se dibuja una cara TODOS los elementos de la misma son importantes. Las mejillas, la zona arriba de los labios, la barbilla, los párpados, las cavidades, protuberancias, sombrar, zonas de luz; todas tienen exactamente la misma importancia que la trinidad ojo-nariz-boca.
Usualmente en esta etapa los niños pierden el interés por el dibujo, y comienzan a dedicarle más tiempo a otras actividades. Algunos sienten que es muy dificil el dibujar realista; y no es que sea dificil manualmente, sino que el cerebro precisa de un reajuste que necesita tiempo en desarrollarse. Pero los niños quieren resultados rápidos, realistas. Y como aun su cerebro no está capacitado, entonces piensan que es por que "no tienen talento". Pero no es cierto. El dibujo naturalista es una actividad como cualquier otra, que necesita un tiempo de entrenamiento. Y bien es cierto que hay niños con más talento que otros. Pero eso no significa que la mayoría no pueda dibujar en un nivel más o menos aceptable.
El paso definitivo hacia el dibujo realista es el momento en que el ojo se da cuenta que las formas no son líneas, sino el resultado de la interacción de luces y sombras. Todo lo que observamos presenta el fenómeno de los contrastes. Podemos saber con quien hablamos, porque la relación luz-sombra de su cara es única. Así sucede con el resto de los objetos. Cuando el dibujante logra darse cuenta de este fenónemos (suele ocurrir a lo largo de la práctica), sus dibujos repentinamente comienzan a ser más naturales. ¿Por qué? Porque ahora no hay una zona que domine sobre ninguna, todas las zonas tienen la misma importancia. El resultado es un dibujo más realista. Pero a veces pretende ser tan realista que el resultado no es natural. El mejor ejemplo es cuando dibujan el pelo. Los niños pequeños dibujan 5 o 6 líneas para decirnos que esa persona tiene pelo en su cabeza. El preadolescente ve que en una cabeza hay cientos de pelos. Entonces piensa que la mejor manera de dibujar el pelo, lógicamente, es dibujando cada uno de ellos. El resultado suele ser bastante feo. Y es aquí donde llegamos al asunto de la importancia de la abstracción.
Cuando un niño pequeño va a dibujar, lo hace de una manera simbólica. Si quiere dibujar el sol, no se pregunta cómo es el sol en la realidad, sino que busca el grafismo, glifo, o signo que mejor represente al sol. Lo mismo ocurre con las nubes, los animales, las personas. Al niño pequeño no le interesa (ni siquiera está conciente) que sus dibujos sean copias realistas de los objetos. Lo que le interesa es que sus dibujos representen adecuadamente los objetos en los que piensa. Que pueda luego decir "Esto es X; esto es Y" Así pues podríamos decir que el arte infantil no muestra tanto cómo son las cosas, sino cómo los niños piensan sobre las cosas. Pero esta fase eventualmente da lugar a una etapa dónde el niño comienza a prestar atención a cómo son las cosas en realidad, y es entonces cuando el arte simbólico comienza a tornarse realista.
El arte de los preadolescentes se distingue por el interés de mostrar las cosas tal cómo son. Pero para llegar a lograrlo, el niño primero tiene que educar su mirada. Durante años a estado dibujando las cosas de memoria, como creían que eran. Ahora es momento de realmente prestar atención, y observar la realidad. Pronto el niño descubre que no existen símbolos que puedan representar a todas las narices, por ejemplo. Cada nariz es distinta. Asi que si queremos dibujar a alguien, no podemos inventarnos una nariz genérica, como hacen los niños pequeños. Ahora hace falta la observación detallada.
Asi pues, el arte comienza a evolucionar. Surgen detalles que antes no se dibujaban. Las partes de la cara son más precisas, más proporcionadas. El ojo va educándose, y el sistema simbólico comienza a ser sustituído por el naturalista. Uno de los principales problemas que enfrentan los preadolescentes al dibujar, es que sólo prestan atención a aquello que piensan es más importante. Por ejemplo, en la cara, las zonas "más importantes" serían los ojos, nariz, boca, orejas. Así obtenemos dibujos una serie de dibujos que expresan precisión en esas zonas, pero que no alcanzan el nivel naturalista deseado. Es en este momento donde el niño debe abandonar los prejuicios de su etapa simbólica (hemisferio izquierdo), y darse cuenta que cuando, por ejemplo, se dibuja una cara TODOS los elementos de la misma son importantes. Las mejillas, la zona arriba de los labios, la barbilla, los párpados, las cavidades, protuberancias, sombrar, zonas de luz; todas tienen exactamente la misma importancia que la trinidad ojo-nariz-boca.
Usualmente en esta etapa los niños pierden el interés por el dibujo, y comienzan a dedicarle más tiempo a otras actividades. Algunos sienten que es muy dificil el dibujar realista; y no es que sea dificil manualmente, sino que el cerebro precisa de un reajuste que necesita tiempo en desarrollarse. Pero los niños quieren resultados rápidos, realistas. Y como aun su cerebro no está capacitado, entonces piensan que es por que "no tienen talento". Pero no es cierto. El dibujo naturalista es una actividad como cualquier otra, que necesita un tiempo de entrenamiento. Y bien es cierto que hay niños con más talento que otros. Pero eso no significa que la mayoría no pueda dibujar en un nivel más o menos aceptable.
El paso definitivo hacia el dibujo realista es el momento en que el ojo se da cuenta que las formas no son líneas, sino el resultado de la interacción de luces y sombras. Todo lo que observamos presenta el fenómeno de los contrastes. Podemos saber con quien hablamos, porque la relación luz-sombra de su cara es única. Así sucede con el resto de los objetos. Cuando el dibujante logra darse cuenta de este fenónemos (suele ocurrir a lo largo de la práctica), sus dibujos repentinamente comienzan a ser más naturales. ¿Por qué? Porque ahora no hay una zona que domine sobre ninguna, todas las zonas tienen la misma importancia. El resultado es un dibujo más realista. Pero a veces pretende ser tan realista que el resultado no es natural. El mejor ejemplo es cuando dibujan el pelo. Los niños pequeños dibujan 5 o 6 líneas para decirnos que esa persona tiene pelo en su cabeza. El preadolescente ve que en una cabeza hay cientos de pelos. Entonces piensa que la mejor manera de dibujar el pelo, lógicamente, es dibujando cada uno de ellos. El resultado suele ser bastante feo. Y es aquí donde llegamos al asunto de la importancia de la abstracción.
martes, 24 de julio de 2007
¿Qué sentido tiene la abstracción? (Parte 1): El desarrollo perceptivo infantil
Los seres humanos desde que somos bebés comenzamos un proceso de aprendizaje por el cual vamos relacionando imágenes y conceptos con sonidos. Por ejemplo, aprendemos a reconocer las caras de nuestros padres, y a relacionarlas al sonido "mamá" o "papá". Así mismo vamos descubriendo el mundo entero. El hemisferio izquierdo del cerebro es la parte que se encarga de esta función, de todas las funciones relativas al lenguaje.
El hemisferio izquierdo de los niños tiene la misión de conectar todas las imágenes que los ojos perciben con las palabras que les corresponden. La prioridad del cerebro, en esa edad, es llenar el "hard disk" de la memoria con la mayor cantidad de información y lenguaje. Por eso los niños están todo el tiempo preguntando "¿Esto qué es?, ¿y esto otro qué es?"
Cuando ponemos a un niño pequeño a pintar o dibujar, vemos que la manera en que representa al mundo es muy esquemática. El niño traduce un árbol, por ejemplo, a dos lineas paralelas con un círculo encima. Parecería como si el niño no se diera cuenta de la gran cantidad de detalles que hay en los árboles. Pero el niño sí puede ver esos detalles. Lo que ocurre es que, para su cerebro, aun no son importantes. El hemisferio izquierdo aun domina su percepción. Lo que interesa son los conceptos, los símbolos, los signos, las palabras. El dibujo para un niño es como un tipo de escritura.
El arte infantil atraviesa siempre varias etapas. Los cambios están vinculados al desarrollo intelectual y lingüístico. A medida que el niño domina el lenguaje, ya formado un buen repertorio de imágenes-concepto-sonido, el cerebro queda libre de dedicarse a nuevas tareas. Es entonces cuando surge el primer gran cambio en el arte infantil: el interés por copiar el mundo de manera naturalista. Esto suele ocurrir alrededor de los 8 a 10 años. Derepente los niños, que antes se conformaban con sintetizar el mundo con unas cuantas líneas, se ven interesados por copiar los detalles, las hojas de los árboles, y que los objetos que pintan parezcan "reales".
Durante esta etapa suele ocurrir un gran conflicto. El niño desea copiar la realidad tal cual es, sin embargo el hemisferio cerebral con el que está acostumbrado a representarla es el izquierdo. El hemisferio izquierdo se encarga de darle un nombre a cada objeto percibido. Por ejemplo, si el niño ve una cara y quiere copiarla, entonces su hemisferio izquierdo le dice "pinta dos ojos, abajo una nariz, mas abajo una boca...y ya tienes la cara!" Pero cuando el niño ve el dibujo, nota que ese dibujo no parece nada real! Más que una cara natural, parecería como una cara rompecabezas, fragmentada como collage, donde cada una de las partes separadas hace sentido; pero como conjunto carecen de unidad y armonía. Estos resultados no naturales suelen frustrar a muchos niños, y la mayoría abandona el dibujo, pues sienten que su trabajo no cumple sus espectativas "realistas".
El origen de este problema se debe a que para lograr copiar la realidad "tal cual" hace falta un tipo de mirada general, que deje de pensar en los detalles como elementos autónomos. La mirada debe ser global, holística, y no fragmentada. Esa función le toca al hemisferio derecho del cerebro.
JLG
(Continúa)
El hemisferio izquierdo de los niños tiene la misión de conectar todas las imágenes que los ojos perciben con las palabras que les corresponden. La prioridad del cerebro, en esa edad, es llenar el "hard disk" de la memoria con la mayor cantidad de información y lenguaje. Por eso los niños están todo el tiempo preguntando "¿Esto qué es?, ¿y esto otro qué es?"
Cuando ponemos a un niño pequeño a pintar o dibujar, vemos que la manera en que representa al mundo es muy esquemática. El niño traduce un árbol, por ejemplo, a dos lineas paralelas con un círculo encima. Parecería como si el niño no se diera cuenta de la gran cantidad de detalles que hay en los árboles. Pero el niño sí puede ver esos detalles. Lo que ocurre es que, para su cerebro, aun no son importantes. El hemisferio izquierdo aun domina su percepción. Lo que interesa son los conceptos, los símbolos, los signos, las palabras. El dibujo para un niño es como un tipo de escritura.
El arte infantil atraviesa siempre varias etapas. Los cambios están vinculados al desarrollo intelectual y lingüístico. A medida que el niño domina el lenguaje, ya formado un buen repertorio de imágenes-concepto-sonido, el cerebro queda libre de dedicarse a nuevas tareas. Es entonces cuando surge el primer gran cambio en el arte infantil: el interés por copiar el mundo de manera naturalista. Esto suele ocurrir alrededor de los 8 a 10 años. Derepente los niños, que antes se conformaban con sintetizar el mundo con unas cuantas líneas, se ven interesados por copiar los detalles, las hojas de los árboles, y que los objetos que pintan parezcan "reales".
Durante esta etapa suele ocurrir un gran conflicto. El niño desea copiar la realidad tal cual es, sin embargo el hemisferio cerebral con el que está acostumbrado a representarla es el izquierdo. El hemisferio izquierdo se encarga de darle un nombre a cada objeto percibido. Por ejemplo, si el niño ve una cara y quiere copiarla, entonces su hemisferio izquierdo le dice "pinta dos ojos, abajo una nariz, mas abajo una boca...y ya tienes la cara!" Pero cuando el niño ve el dibujo, nota que ese dibujo no parece nada real! Más que una cara natural, parecería como una cara rompecabezas, fragmentada como collage, donde cada una de las partes separadas hace sentido; pero como conjunto carecen de unidad y armonía. Estos resultados no naturales suelen frustrar a muchos niños, y la mayoría abandona el dibujo, pues sienten que su trabajo no cumple sus espectativas "realistas".
El origen de este problema se debe a que para lograr copiar la realidad "tal cual" hace falta un tipo de mirada general, que deje de pensar en los detalles como elementos autónomos. La mirada debe ser global, holística, y no fragmentada. Esa función le toca al hemisferio derecho del cerebro.
JLG
(Continúa)
jueves, 19 de julio de 2007
miércoles, 18 de julio de 2007
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